Archivos para marzo, 2024

El olvido (II)

Publicado: 17 marzo, 2024 en Sin categoría

El olvido llega. Como el sol que, en una de esas tardes de lluvia, arranca un arco iris y borra el gris del aire con una pincelada casual.

El olvido llega como el frío, cuando se es olvidado. Pero arrasa como un nuevo día cuando limpia el lastre de lo que no pudo ser.

El olvido es una pequeña resurrección que sucede sin avisar. Convierte el hambre en apetito y la angustia en curiosidad.

El olvido es una sábana bajo la que el sueño prospera enterrando la lucidez del miedo. Allí detiene el tiempo y lo hace infinito.

El olvido puede ser la sonrisa del que no padece o la mueca inexpresiva del que no siente.

El olvido es el principio de una nueva vida, porque lo que no se recuerda no existe; y cuando nada existe, todo está por hacer.

El olvido puede ser una puñalada cuando no se le espera, y es un alivio impagable cuando el dolor se aferra.

El olvido a veces no funciona, porque vuelvo a escribir sobre él y repito mis frases de hace trece años.

El olvido es el final del camino. Muy al final. Eso es una certeza.

Oscuridad, textura y alivio

Publicado: 10 marzo, 2024 en Sin categoría

La oscuridad

Escribo sin pensar, como el primer minuto de un ciego recién llegado a la oscuridad. A tientas me aferro a un espacio que me alivie, por eso escribo. El texto que sale de mis dedos materializa, no sé cómo, un hábitat momentáneo que me salva de la incertidumbre. Y ciertamente me salva; la ansiedad y el vértigo amainan a medida que las palabras doblegan la nada. Ocurre sin saber por qué, porque no hay motivo racional para que la construcción imaginada de un lugar que no existe tenga un efecto físico-químico sobre un ser humano. Siempre pensé en las ideas y la fantasía como formas evolucionadas de materialidad. En el mundo real nada cambia, pero en mi realidad un capítulo da paso a otro. El atasco de la vida se desanuda, hasta la próxima crisis. Escribo sin pensar porque no puedo hacer otra cosa. Nada me alivia. No tengo ánimo para lograr soluciones. Soy un sediento de alivio. Escribo sin pensar, porque es la única forma de hacerlo desesperadamente, para respirar.

Desde que la primera palabra brota de no sé dónde, todo el tiempo se convierte en presente. Al igual que le ocurre al caminante a oscuras, los sentidos dejan de disponerse linealmente al servicio de uno principal, la vista, y se activan a la vez en un instante polifónico, una voz de voces simultáneas. Las sensaciones simples dejan paso a otra cosa. No podría definirlo, pero su efecto sanador llega en ese momento.

Caminar en la oscuridad podría ser como vagar en la incertidumbre. Pero no. En el fondo es curativo porque moverse es progresar, abrir la puerta a algo que llegará, algo desconocido, bueno o malo, y esto es la esencia de la esperanza, un atisbo de luz. Y así empieza a desaparecer la oscuridad. 

La textura

La textura es un contrato que firman las manos con el mundo exterior. Unas y otro confluyen y se aceptan en esa frontera que son todas las superficies. Cuando se camina en la oscuridad absoluta, la textura es la única luz posible. Al menos una parte. Palpan las yemas buscando sílabas. Los grados de dureza o blandura, los de impenetrabilidad, combinan como consonantes. La suavidad o la aspereza, los quiebros aguzados y las curvas romas dan color a vocales táctiles. La extensión y el volumen de los cuerpos revelan la insistencia, la persistencia, la rotundidad sustantiva, o una condición de eslabón accesorio. Las repeticiones sellan el tiempo verbal. Los contornos adjetivan. Y el deambular es un discurso en el que se es oído y palabra a la vez. La textura es un contrato convenido -sobre gustos no hay nada escrito- pero la sintaxis que a través de las manos la hace inteligible es como la música, una extensión de nuestro ADN. 

El alivio

Escribo sin pensar. Camino por disfrutar de saber que puedo hacerlo. Desconozco el espacio en el que me muevo, pero en la oscuridad saboreo las texturas inesperadas que descubro. Es como enamorarse y que te salga bien. Un alivio.